Carta para la señorita Lydell
ESCRITO Nº35
En ese entonces estaba en una suerte de euforia por todo lo relacionado al personaje creado por Carroll, incluso tardé años en conseguir una edición especial que recopilaba casi toda su obra e incluso sus cartas a la modelo vivo de su obra, la señorita Lydell.
Carta para la señorita Lydell
En ese entonces estaba en una suerte de euforia por todo lo relacionado al personaje creado por Carroll, incluso tardé años en conseguir una edición especial que recopilaba casi toda su obra e incluso sus cartas a la modelo vivo de su obra, la señorita Lydell.
Carta para la señorita Lydell
(4 de Octubre del
2013)
Querida Liddel:
Las teteras están heladas, testigos mudos de lo que alguna vez fue un cortejo. La azucarera repleta de azúcar negra que, en algún momento desconocido palideció por completo, o quizás siempre fue blanquecina y se bronceaba para el encuentro. La espera está acabando con todos.
Las tazas escapando de mi malestar recurrieron a un suicidio en masa, y que poco llegaron a conocerme, yo las hubiera ayudado con gusto dándoles un empujón. El cuchillo se cansó de sus amoríos entre la manteca y la mermelada, y decidió sumarse estático y sin vida a la susodicha espera. Sus amantes hacía tiempo habían cedido a compartirlo entre las dos, incluso aceptando en la intimidad a un cuarto conocido del cuchillo, al que todos llamábamos “pan”. Pero sin el contacto físico del cuchillo que siempre se llevaba algo de las dos fueron poco a poco perdiendo toda integridad posible, quedando a merced del primer recipiente que las acogiera.
Los dramas que ocurren en mi mesa, ni pensar lo que diría si hablara, pero eso es imposible porque la mesa no habla, es sordomuda. Admito que nunca terminé de comprender como coordina tan bien con las sillas, las pobres a diferencia de la mesa a la perfección, es más, se quejan siempre que alguien se les sube encima, pero están totalmente ciegas y sin embargo siempre están en el lugar y momento adecuados.
Ahora el agua, el “Agua”, que no me escuche refiriéndome a ella de esa manera porque haría un escándalo, anda con unos problemas de identidad severos. Se tiñó de color y se puso aroma a hierbas, tanto así que uno la saluda y cuando le da un beso queda cierto sabor en los labios. La señorita ahora nos obliga a todos a llamarle “te”. Igual la felicito, yo también me reinvento a mí mismo de vez en cuando, el otro día hice un sombrero de satén muy bonito, tanto que me dio pena siendo como soy que este a mi lado, así que lo deje en libertad. Ahora mismo debe estar jugando con los hilos en las ramas de algún saúco, a veces vuelve cuando se lastima y tengo que regañarle y darle algunos puntos.
Los platos poseían una parsimonia similar a la de las teteras, pero estas al menos dejaban escapar algún suspiro de vez en cuando, los platos nada, no se sabía si descansaban, dormían, morían o simplemente esperaban.
La leche y la lechera no llevaban las cosas del todo bien, la leche estaba agria como ella sola, la lechera en un acto sensato quiso cortar las cosas por lo sano, y la cortó. A la leche nadie la trataba debido a su condición, creo recordarla recostada sobre la tierra, voltear para otro lado un segundo y al mirar nuevamente ya no verla. La lechera se debe haber sentido tan vacía luego de lo ocurrido, no tengo duda de que estaban hechos el uno para el otro.
Te escribo para comentarte algo que me tiene muy asustado, escandalizado, aterrado, Marzo se ha ido, pero me ha dicho unas cosas terribles, mamífero mal agradecido. Me comentó que nuestro hogar ya no es seguro y que, un extraño mal acaecería sobre todos los que se quedaran, patrañas dije yo, pero me temo que me he equivocado.
Las primeras afectadas fueron las cucharas, dejaron de hablarme de un día para el otro sin excusa aparente, se volvieron completamente ordinarias. Entendí que la espera era peligrosa para todos, y que cada vez se volvían más comunes y corrientes.
Mi querida Alicia, si lees esto por favor acude pronto a mi encuentro, ya ninguno de ellos me habla, he pensado lo peor, que han contraído cordura, aunque en algo se han puesto de acuerdo, todos se han vestido de etiqueta para la ocasión y ni siquiera se dignaron de hacérmelo saber. Para no ser menos confeccioné un sombrero acorde a la situación, de un un naranja herrumbre, deberías ver cómo me quedo.
Mio, Hatta.
"¿Que camino debo tomar? - preguntó Alicia.
ResponderBorrarEso depende ¿Adonde quieres llegar? - contesto el gato de Chesire."
Brillante la manera en la que los objetos cobran identidad e historia propios, me encantó.